En tu imprescindible visita a la Lonja de la Seda de Valencia, mira siempre hacia arriba. Este majestuoso edificio de Valencia y Patrimonio de la Humanidad, tiene una cara B. La de la obscenidad, el humor y lo escatológico que representan sus gárgolas y quimeras. Cada una ofreciendo varias lecturas posibles, pues alejan de la vista pero no esconden, sucias representaciones pornográficas a las que no se ha sabido dar una explicación, más allá de conjeturas.
Poco o nada se ha podido concluir sobre el significado, más allá del explícito, de las mismas. ¿Por qué se esculpieron de ese modo? ¿Qué se quería decir? ¿Acaso son una denuncia de un deterioro de las costumbres o todo lo contrario? Obviamente hacen referencia a ese mundo del medioevo, inspirado en supersticiones, cuentos tortuosos repletos de crudeza y pecaminosas costumbres.
El edificio del siglo XV que diseñara Francesc Baldomar y concluyeran Joan Ivarra y Pere Compte, hace pasar al visitante por un pórtico rodeado por representaciones de los siete pecados capitales mediante alegorías con animales. Por ejemplo la tortuga y el caracol representan la pereza, mientras el lobo lo hace de la gula pues un animal que caza incluso cuando no tiene hambre, y siempre se come a sus presas. Los perros representan la envidia pues siempre quieren lo que otros perros tienen, y el orgullo está representado por un león, y así hasta completar los siete pecados capitales, siendo la lujuria representada por una pareja de amantes.
Asi pues, si alzamos la mirada a las gárgolas y esculturas del segundo piso, la intensidad erótica también sube, y de este modo encontramos a un hombre y a una mujer masturbándose, o cuanto menos, tocándose gozosamente sus partes. En las fotos que ilustran este artículo se pueden observar personajes extraños, como un ser alado (quizá, un ángel), que introduce su pene en un recipiente con gesto de placer.
Las alusiones eróticas son constantes, como es el caso de gárgolas que parecen tener sexo con animales. Podemos ver escenas de lo más rocambolesco: un fraile lujurioso con un pez, un monstruo que se abraza a un reptil, o un hombre que reza mientas es devorado por un ser marino que representa las afiladas fauces del infierno.
La utilidad de las gárgolas como desagüe de las aguas de lluvias, también contribuye a que estas figuras tengan la boca abierta… o cualquier otro orificio, pues fruto de ese humor tan valenciano y fallero, otras gárgolas no necesitan abrir la boca para evacuar el agua, como la de un hombre que sostiene un niño sobre su cabeza, para que defeque.
En la Lonja de Valencia hay 28 gárgolas, a cual más curiosa: en la Sala de Contratación hay 15; en el Pabellón del Consulado otras 7; y en la torre 6 más. Aunque no todas ellas son gárgolas propiamente dichas, pues también hay quimeras, que son las que carecen del caño destinado a evacuar el agua de la lluvia.
En el Pabellón del Consulado se puede encontrar un perro que lleva a lomos a dos niños; una arpía coronada; un hombre salvaje con una jarra entre sus manos; una mujer llevando a una especie de mono; un animal fantástico con alas y rabo; y un macho cabrío alado. Y en la torre podremos ver un hombre con la boca abierta que sostiene un reptil; un heraldo con corona, cetro y escudo; o una figura con aspecto humano que alza sobre su cabeza a un niño para que haga sus necesidades. En la parte ajardinada veremos un animal fantástico que bien podría ser un carnero alado; un mono encadenado que toca un tambor; o un monstruo sujetando a otro animal. Todas estas gárgolas son recreaciones neogóticas.
Todas ellas son un ejemplo de expresionismo primitivo inspirado en tratados de la época, como el El Fisiólogo, un bestiario medieval. Por lo general, representan monstruos con rasgos humanos que muestran actitudes groseras y que aluden a diversos vicios, como la lujuria. Las gárgolas, como la Lonja, son obra de los arquitectos Pere Compte, Joan Corbera y Alfonso de Leo, y su origen se remonta a finales del siglo XV y principios del siglo XVI.
La Lonja de Valencia no solo destaca por las gárgolas que la adornan, sino también por otros aspectos curiosos, como por su majestuosidad. Y es que con dicha edificación se quería simbolizar la riqueza valenciana de la época medieval y, por tanto, mostrar el alcance de la revolución comercial. Empezó a construirse en 1492, teniendo como referencia la de Palma de Mallorca, y para ello tuvieron se destruirse nada menos que veinticinco casas. Como resultado, tenemos uno de los ejemplos más brillantes del gótico civil europeo.
Asimismo, la construcción recibe el nombre de la Lonja de la Seda porque los mercaderes de dicho tejido fueron el gremio más poderoso de la ciudad desde el siglo XIV al siglo XVIII. De hecho, la Lonja fue gestionada por sederos judíos que acabaron convirtiéndose para no ser expulsados de Valencia.
En pleno centro histórico de la ciudad, y muy cerca de otros monumentos imperdibles como el Mercado Central, la Catedral, la Plaza Redonda o la iglesia de San Nicolás, es visita obligada en tu próximo paseo por la capital del Turia.
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